miércoles, 21 de octubre de 2015

Vida

Ni la tormenta eléctrica, 
esa que hizo temblar los vidrios como si fuesen un papel descartable. 
Ni el relámpago,
aquel que pretendía enceguecer con su presencia.
Ni la lluvia, 
esa barata imitadora del reflejo de mis lágrimas huyentes.

Ni la ausencia,
de mi mano derecha, 
de alimento,
de mi vieja,
de mi voz,
de ropa limpia,
de un hombre,
de un remedio,
de una solución.

Ni el encierro entre las paredes de la impotencia, 
Ni la falta de aire por una explosión constante.
Ni el cansancio amenazado por horas de terribles sueños 
que terminaban siendo noches en vela.

Ni el fracaso,
Ni la inseguridad, 
Ni la soledad,
Ni la enfermedad,
Ni el doble fracaso,
Ni la distancia,
Ni el frío,
Ni el dolor

Ninguno. Ninguna. 

Porque preside el coraje.  
Porque preside la fuerza. 
Porque preside
la interminable lucha,
esa que llamo 

"vida"